Ni una menos 2017

Por todas las pibas que nunca volvieron

Salimos a las calles otra vez y las volvimos a llenar. El sentimiento es el de siempre: hartazgo. Estamos hartas de que nos maten, nos violenten, nos desaparezcan. Estamos hartas de que nos repriman, nos ajusten, nos criminalicen. Estamos hartas de tener miedo por ser lo que somos, por ser mujeres.

Pero salimos de vuelta, volvemos a las calles y cada vez somos más. Volvemos juntas, siendo una, y la sororidad se huele, se escucha, se siente. Marchamos todas, por las que ya no están y por las que están pero peligran. “Justicia por Araceli”, “Libertad a Higui”, “Mica García presente”, todas consignas de carteles que nos recuerdan a cada minuto por qué estamos todas marchando. Y las listas de nombres y fotos siguen, y mientras movilizamos levantamos sus voces, sus recuerdos. Por sobre todo, levantamos sus banderas, las reivindicamos. Ni un minuto de silencio, toda una vida de lucha contra el cisheteropatriarcado que nos oprime y nos disciplina.

“Vamos a luchar porque se lo debemos, a todas las pibas que nunca volvieron”, se escucha. La bronca se hace fuerza y canción. Desde Congreso a Plaza de Mayo, nuestras voces se escuchan y nadie puede silenciarnos. “No queremos ni una muerta más, desmantelamiento de la red de trata, aborto legal”, se oye por un lado. “Combatiendo al patriarcado, al machismo y a los gorilas”, por otro. Y todas resuenan, Avenida de Mayo se llena de coros.

A las seis de la tarde, entra la columna a la plaza y se llena de pañuelos verdes, porque pedimos educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir. Las pibas que mueren por abortar en lugares en condiciones sanitarias paupérrimas, ya que no se pueden pagar una intervención (porque sí, el aborto existe, se practica y es un negocio), son víctimas del patriarcado, del Estado  y la Justicia cómplices que no garantizan nuestros derechos.

El Estado es responsable, lo decimos todas convencidas, y el documento oficial de la marcha lo señala también. “El Estado participa del pacto de complicidad machista que incluye al femicida, pero también a los agentes judiciales machistas que no creen en la palabra de la víctima, los medios de comunicación que solo nos reconocen como víctimas para su show del horror, los políticos que nos usan de excusa para quitar derechos […] El Estado no está ausente, se presenta bajo su cara represiva y pretende usar la ley penal para resolver la conflictividad social”.

Copamos las calles, las veredas, las plazas y las paredes. Sí, las paredes. Porque creemos que ya quedó claro que las paredes se limpian, pero las pibas no vuelven. Y les decimos a todxs que no somos suyas ni yutas, que los travesticidios y los femicidios aumentan, que vivas y libres nos queremos, que Milagro debe estar en libertad e Higui también. Que la revolución será feminista o no será, que no somos objetos, que nuestros cuerpos son eso, nuestros solo nuestros.

En algún momento las lágrimas caen, no se pueden evitar y no lo queremos evitar, porque nos sentimos acompañadas y contenidas, porque necesitamos sacarnos todo eso que expresan nuestras lágrimas, carteles, canciones y pintadas.

También, en algún momento, tenemos que volver. Pero volvemos reconfortadas porque estamos de pie, y vivas y libres nos queremos. Porque entendemos que el feminismo y la organización son nuestra respuesta al patriarcado.

Texto: Rocío Espínola
Fotos: Clara Manterola, Paula Corsich