Loca, como las madres

Entrevista a Gabriela Mansilla, mamá de Luana, la primera nena trans en el mundo que recibió su DNI sin un proceso judicial.

Llegamos a nuestro querido conurbano, de barriada y calles de tierra. Particularmente porto el orgullo de haberme criado en calles idénticas. Tenía muchas ganas de conocer a Gabriela. En los tiempos que corren algunas historias tienen la urgencia de la lucha por la esperanza y es importante darlas a conocer. Se hace necesario escribir sobre cosas importantes, historias que nos dejen huella y en lo posible faros que nos marquen el camino.

Gabriela nos abre las puertas de su casa con una sonrisa amplia. Al entrar nos topamos con Luana y sus ojos brillantes, tímida y curiosa. Más adelante con su hermano, llegamos mientras ellos jugaban en sus mundos. Se los ve felices, sonrientes y atentos.

La historia de Luana comienza desde que ella es muy pequeña, siempre dibujando sus deseos frente a quien quería verla u oírla. Gabriela comienza su relato contándonos todo el camino recorrido hasta entender lo que estaba sucediendo.

Ella tuvo mellizos. En esa época estaban la mayoría del tiempo los tres solos. Uno de sus bebés no dormía, se despertaba a mitad de la noche a los gritos, sin consuelo. A partir de ese momento Gabriela consultó a distintos profesionales de la salud, pediatras y neurólogos, sin obtener respuesta. Una mamá a la que tildaron de loca, a la que le adjudicaron síndromes. Una historia que fue mal comunicada desde los medios hegemónicos, una historia que nos enseña sobre la potencia del deseo.

¿Cómo comienza la historia de Luana?

Gabriela: A los dos años empezó a decirme que era una nena. Había una nena frente a nuestra casa, que tenía uno o dos años más y yo me acuerdo que Manuel se paraba en la reja, agarrándose, porque a esa edad no tienen una gran estabilidad,  y la nena se paraba en la reja de enfrente. Y de reja a reja él me decía “Nena Mamá” y yo le decía “mirá la nena”, y vos sabes que el papá pensaba que le gustaba la nena de enfrente… Empezó a decirme: “YO NENA”. Manuel, en esa época, seguía con pocas horas de sueño. Entonces fuimos al neurólogo y ahí nos derivó a un psicólogo infantil diciendo que tenía problemas de conducta. En ese momento también empezaron a ver películas de princesas. No teníamos cable, ni antena sólo el DVD  y yo para entretener a los nenes les ponía las películas de la bella y la bestia, y la de la bella durmiente. Se ponía a bailar, como bailaba Bella, o si no agarraba a Elías y los tenía a los dos bailando un vals y me decía que el hermano era el príncipe. Tengo videos de ellos bailando así, ella con una remera mía naranja que le quedaba arriba de los tobillos. Bailaba y daba vueltas. Entonces me empezó a decir: “Yo nena, yo princesa”. Bueno todo bien, querés jugar, jugamos. El tema era querer sacarle la remera. (risas)

Mientras Gabriela nos relata los primeros momentos de esta historia, nos acerca un álbum de fotos que armó para Luana. En las primeras fotos vemos a los mellizos recién nacidos, muy chiquitos. Después un nene sentadito en la mesa, festejando un cumpleaños con una servilleta en la cabeza. Luana con el pelo corto y una hebillita de colores, sus primeros vestidos y los patines. Es sorprendente cómo se ve en la expresión de Luana su determinación, sus ganas y su fuerza.

Había una nena frente a nuestra casa, que tenía uno o dos años más y yo me acuerdo que Manuel se paraba en la reja, agarrándose, porque a esa edad no tienen una gran estabilidad,  y la nena se paraba en la reja de enfrente. Y de reja a reja él me decía “Nena Mamá” y yo le decía “mirá la nena”, y vos sabes que el papá pensaba que le gustaba la nena de enfrente… Empezó a decirme: “YO NENA”

¿En qué momento te diste cuenta que ya no era un juego?

G: Un día en particular en que estábamos bailando. Yo estaba con una pollera y él me la pidió. Entonces le puse otra igual para jugar, todos los nenes se disfrazan, pensé. El tema es que no se la quiso sacar más. Yo lo miraba, y él estaba tranquilo. Yo le sacaba la pollera y le decía: “bueno ya está, no juegues más” y sentía que le arrancaba la piel, no podía gritar más esa criatura. Era una cosa de tirarse al piso y pedirme por favor, como si se desgarrara. Me dije bueno basta, empezaba el jardín y había que inscribirlo en sala de 3 años. ¿Cómo hago para explicar esto en el Jardín? Porque él se mantiene firme diciendo que es una nena. El padre lo retaba, le sacábamos las cosas.  Luana tenía 3 años nada más. Decido averiguar por un psicólogo. Entonces nos acercamos a un centro cercano al barrio, cada uno iba a un psicólogo distinto. Las tres psicólogas sostenían esto de la reafirmación de la masculinidad. Un día me llamó la psicóloga para decirme que le teníamos que sacar todo lo que era de nena y estaba a su alcance, toda la ropa que se pudiera poner y que le pusiera llave a mi habitación. Que no viera más las películas de princesas, y que se lo transmita a toda la familia. Porque vos no tenés carácter para el no, no es no para vos. A lo que contesté: “pero yo soy muy recta, si le digo sí es sí, si le digo no, es no.” “Hay que ser más duros” me respondió la psicóloga.  Donde tocara algo, había que sacárselo y decirle “vos sos un nene” y diga lo que diga, haga lo que haga y llore lo que llore tenía que repetirle que era un nene.

¿Qué efectos tuvieron los consejos de estas psicólogas?

G: Yo no te puedo explicar el daño que le hizo esto al “nene” en ese momento. Primero aprendió a mentir, porque cada cosa que le sacábamos, es tan astuta, que agarraba el repasador y se lo ponía dentro del pantalón mientras jugaba a bailar delante del espejo. Yo lo veía y le decía: “¿Vos estás jugando como una nena?” Y me respondía: “No mamá, estoy jugando, yo soy un nene”. Esto de “vos sos un nene”, él lo repetía. Pero seguía jugando de la misma manera. La habitación de los melli estaba pintada de celeste y verde y en una siesta que se tomó Elías, Manuel pintó toda la habitación incluida la cara del hermano, pintó todo lo que pudo con una fibra rosa. Me arrepiento tanto. Le sacamos todo y se ponía el repasador, el trapo de piso, sacaba ropa del tender, hasta llegó a arrastrar con tres años, una silla para llegar a la ropa de mi placard.

Buscando en los recuerdos, en las grabaciones y en las fotos Manuel siempre aparecía disfrazado. Todo el tiempo tenía algo puesto. Por ejemplo, tengo una foto que está en un cumpleaños con una servilleta en la cabeza, porque claro, ese era su pelo largo. Eran señales que yo no podía comprender en ese momento, no sabía qué era lo que me quería decir. Así estuvimos hasta los tres años, para mí todavía era un juego. El “yo nena”, empezó a decírselo a mi hermana, a mi mamá, me lo decía a mí todo el tiempo y si no le daba bolilla, pasaba. Ahora si le decías: “¿qué nena? vos sos un Nene”, venían los gritos. “Yo nena” me decía, y yo: “no, vos sos un varón” y se golpeaba la cabeza. Yo no digo que esta sea la manera de manifestarlo, pero Luana desde muy chiquita lo expresó con intensidad. En esa época Manuel se paró frente a mí con una remera, escondía las remeras debajo de la cama, debajo de la almohada, dentro de la funda, era encontrarlo detrás de la puerta con una remera mía puesta y su cara llena de tristeza. Ese día se paró frente a mí, mientras yo estaba cocinando, tenía una remera roja y le dije otra vez que se sacara esa remera porque era un nene. “No, soy una nena” me dice, pero decidida. Vino a propósito, no es que lo encontré por casualidad, vino a buscarme. Viste cuando decís “se lo digo hoy,  es ahora o nunca”. “Sacate la remera, sos un nene y te llamas Manuel”. “No mamá, soy una nena y me llamo Luana. Y si no me decís Luana, no te voy a contestar.” Entonces yo no le saqué la ropa, no lo reté, ni nada, le pedí que se fuera a la habitación.  Lo llamé al papá y le dije: “listo, se eligió un nombre, esto ya pasa de que me dice que es nena, me dijo que se llama Luana y si no le digo así, no me contesta.”

Un día me llamó la psicóloga para decirme que le teníamos que sacar todo lo que era de nena y estaba a su alcance, toda la ropa que se pudiera poner y que le pusiera llave a mi habitación. Que no viera más las películas de princesas, y que se lo transmita a toda la familia.

¿Cómo llegan a contactarse con el área de salud de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina)?

G: En esos días me llama mi hermana para decirme que ponga un documental que estaban pasando en el cable. Estábamos ahí con el papá mirándolo y había una nena divina, rubia con rulos que decía que se llamaba Josie. Que cumplía años tal día, y que tenía pene. Después salían los padres contando lo mismo que pasaba en casa, pero sin tanta represión, y lloré y no paré, fue tremendo, fue reconocer que era una niña transgénero.  Por un lado el alivio de saber qué era lo que estaba pasando, que no estaba enfermo. Le pedí a mi hermana que me buscara información y me contacté con su psicóloga de ese momento para que me diga, qué sabía ella de los niños transgénero, situación que generó mucha resistencia. Yo llevé toda la información con la que contaba, y esa psicóloga me dijo que no tenía que confiar en la información de internet, y mucho menos en la del documental. Me dijo tajantemente que los niños transgénero no existían. Posteriormente mi hermana mandó un mail a la psicóloga Valeria Pavan, del área de salud de la CHA. Le contamos sobre la situación y nos dio una entrevista a mí y al papá.

“Por lo que me cuentan, es una niña trans. ¿Qué es lo que van a hacer?”, nos dice en la entrevista. Creo que nos puso el límite, basado en los más de 300 casos que ella atendió de personas trans, en donde la familia no estaba presente y se los excluía desde muy pequeños de sus hogares. A lo que contestamos que la íbamos a acompañar. Ahí volví a contarle del embarazo, tuve que empezar a escribir lo que había pasado en esos 4 años, y lo que pasaba en la vida cotidiana. Agarré un cuaderno y empecé a escribir. Después de un tiempo Valeria me dice: “vamos a dejarla ser, acá en la terapia y en la casa”. Posteriormente, nos acercamos a Ático que es una cooperativa de Salud mental, y ahí hicimos contacto con profesionales específicamente de niños.  Cuando Luana tenía que empezar salita de 4, la CHA se acercó a hablar con la escuela, con los inspectores. En ese momento la Ley de identidad de género tenía media sanción, y era importante que lo supieran. En ese entonces, para facilitarme las cosas, Valeria me hizo un diagnóstico. Era necesario, para que pudiera llevarla a la guardia a ponerse las vacunas. Es importante que los psicólogos y docentes se informen. Cuando Valeria me dio el informe en el cual decía que Luana era una nena trans y había que respetarla hice copias y se lo dí a cada uno de los integrantes de mi familia. ¿Quieren un diagnóstico? Acá esta, no era un varón, había algo por resolver. No importa qué clase de niña era, no era un varón, eso era lo importante. La CHA le comunicó a las distintas autoridades la existencia de la ley, que era necesario para que se le respetara el nombre, la vestimenta. Finalmente aceptaron, pero los legajos, el cuaderno y todo tipo de informe tenía el nombre del documento.

¿Cuándo llegan a obtener el DNI?

G: Cuando se aprueba la Ley de identidad de género, nos contactamos con el Papá para poder hacer el trámite del DNI y nos acompañan al registro civil Valeria, Marcelo (fiscalizador de la CHA), quienes estuvieron con nosotros en todo momento. No era algo público, pero era importante para Luana. Cuando llegamos le dijimos al asesor del registro civil: “vinimos a hacer el trámite del DNI con el formulario bajo la ley de identidad de género”, y el tipo nos dice: “¿que vienen a hacer qué?” Ya para ese momento la Presidenta había entregado en un acto precioso, 9 o 10 DNI a personas trans en la mano. Tuvieron que buscar el formulario por internet y bajarlo en el momento, porque no había formularios en el registro civil. O sea que no sólo para Luana, sino para cualquier persona trans que quisiera hacer el cambio.  Aplaudimos cuando Luana terminó de firmar los formularios, y en teoría en menos de un mes nos tenían que mandar el DNI. Pasaron dos meses y nada. Luego me llamaron del tribunal de Morón para notificar sobre la negativa del pedido.

(…)empezamos a salir en los medios, y empezaron a destrozarnos de una manera aberrante,  las cosas que se dijeron en televisión de mi persona… A Luana la trataron de niño todo el tiempo. Sabes lo que era pasar por el Kiosco y leer “El niño que quería ser niña”.

El asesor me dijo que era el primer caso, que el poder ejecutivo ya había tomado la decisión negativa. Nos notificaron nombrándola como varón, cuando ya habíamos hecho el trámite y la ley establece que a solo pedido de la persona, se le debe respetar su identidad. Bueno, lo nombraron como varón y lo consideraron incapaz absoluto. La decisión ya estaba tomada, y el asesor no sabía dónde meterse. El asesor me dijo que si un juez veía lo que él estaba viendo, hoy mismo teníamos el DNI, pero que por ahora lo más rápido era la vía judicial. Yo creo que igual el asesor tuvo un buen gesto; le pidió a Luana que le hiciera un dibujo y después lo abrochó a la negativa.  Me fui con la negativa, no sabiendo qué hacer. Un año después dije: “Me cansé, Voy a llegar a la presidenta, voy a pedir un documento. Le voy a escribir una carta, no sé, alguien superior al tribunal.  Bueno voy a denunciar esto”. Le pedí ayuda a Valeria, qué medios conocía con una organización tan grande y de tantos años de activismo como es la CHA, a qué medios llegan que yo quería hacer una denuncia, que no era porque Luana era una nena trans, sino porque no le estaban dando el documento. Y ahí empezamos a salir en los medios, y empezaron a destrozarnos de una manera aberrante,  las cosas que se dijeron en televisión de mi persona… A Luana la trataron de niño todo el tiempo. Sabes lo que era pasar por el Kiosco y leer “El niño que quería ser niña”. Primero no salimos en televisión, ni en el diario, me pidieron una foto de Luana de espaldas, porque necesitaban darle fuerza a la nota, porque no era creíble. Y ahí empezamos esto de pelearla. Nos apoyó el Instituto Nacional contra la Discriminación (INADI), nos apoyó la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF), y a cada lugar que llegábamos recibíamos todo el apoyo. Posteriormente había que rectificar el certificado de nacimiento en la plata; le escribí una carta al entonces gobernador. La directora del registro civil de la plata, que fue la misma que había negado el cumplimiento del derecho de Luana, tuvo que modificar su decisión. En el pedido de rectificación, se solicitaba que le pidieran perdón a Luana. Nunca nos pidieron perdón. Después se realizó la rectificación de la partida y nos querían entregar el DNI, querían hacer un acto público de entrega ya que la Provincia era pionera en el mundo. La dignidad de mi hija la voy a ir a buscar con la frente en alto, sino ¿qué le enseño yo a mi hija?

Me acuerdo que hablé con mi familia que me decía que no, que había que cuidarnos, que no había que mostrarse, y yo dije: “lucho, lucho, la peleo y después seguimos siendo invisibles. Yo no me tengo que esconder, la nena no se tiene que esconder, esto es la gloria, esto es un triunfo. Quiero ir a recibir el DNI con la frente bien en alto”. Y bueno, fuimos hasta la oficina, que esto no lo sabía nadie, yo fui con los nenes. Valeria le compró un vestido re lindo a Luana, yo le había comprado unos zapatitos, fuimos con Elías y estaban en la oficina de al lado. Recibí el DNI, y les di un mensaje a los padres, a las madres y a las familias.

Campaña Infancias Trans sin violencia ni discriminación.

¿Cómo surge la campaña?

G: La campaña surge a partir del libro, vos salís y ¿con qué te encontrás? Hoy por hoy Luana tiene su DNI, con el cual nadie le puede decir que Luana no es Luana. Pero ella tiene que vivir en una sociedad, en un barrio de calle de tierra con vecinos que todavía no saben qué pasó. ¿Y dónde está la información?

Después me di cuenta que la visibilización era importante. Me empezaron a llegar mensajes de distintos lugares donde me decían: “mi hijo es igual que Lulú, tengo una nena pero me dice que es nene.” Empezaron a comunicarse del interior, de las provincias. Entonces, cuando pasó lo del libro empecé a notar que muchos lo tenían, que conocían la historia y que me escribían mucho por Facebook. El documental, que es una entrevista que me hizo Valeria, que terminó en el BAFICI y que terminó en festivales de chile, de España, de México, en Ámsterdam, que quedó ternado como mejor mediometraje de derechos humanos, es increíble. Llegás a la esquina del barrio y te dicen “¿qué?” Y no entienden. Ni el libro alcanza, ni el documental, ni la noticia que se dio mal, porque estaba muy mal comunicada sirvió, para que por lo menos las personas sepan. Entonces ¿qué hago? Bueno hago una campaña, si la visibilidad nos dio respeto, y posibilitó que otros papas y otras mamás se identifiquen con nuestra historia, ok listo vamos a hacerlo más visible todavía.

(…) nos enseñan que todo es clínico o patológico y nos olvidamos de las personas. Mi hija no es un caso, no es un caso de DNI, no tiene ninguna enfermedad. Hoy existe una ley que la ampara.

Me crucé con el banner que me habían regalado del libro, yo trabajo acá en frente haciendo pizzas, y le dije Mami te sacas una foto con el banner, lo agarré a mi hermano le saqué otra foto. Le dije: “El que leyó el libro se tiene que identificar. INFANCIAS TRANS SIN VIOLENCIA NI DISCRIMINACIÓN SUMATE”. Empecé a subir las fotos a mi muro, y pedí: “el que leyó el libro que también sea valiente y de la cara, que comparta.” Y me empezaron a llegar fotos de familias que hacían el cartel en su casa, de mamás y papás con sus hijos.  A cada foto le pongo un mensaje, me siento todos los días. Es la fuerza del deseo, y todo el tiempo estoy buscando información. Mi objetivo es armar un mural. Me imaginé entrar en un centro cultural y armar un mural con todas las fotos. Que se te vengan las caras encima, del piso al techo con todas las caras de la gente que se suman. Y mostrar todas las maneras originales de adherirse a la campaña. Se empezaron a sumar desde las provincias, y no las personas trans únicamente, las maestras. Es una manera de llegar, de expandir.

¿Cómo pensás el rol del Estado en estas temáticas?

G: Nosotros con el gobierno anterior pudimos llegar al Ministerio de educación. Colaboramos junto con la CHA en el armado de una guía sobre cómo tratar la diversidad y la identidad de género en las escuelas y quedó en borrador. Yo siento que retrocedimos, yo lloré desde el 10 de diciembre hasta ayer (risas). Me niego a creer que los derechos que obtuvimos se pierdan. Esté el político que esté los niños y niñas tienen derechos, las personas tienen derechos por ser personas, por ser seres humanos, hay derechos humanos que no se respetan. Para muchos son enfermos, para muchos son desviados, degenerados. Hay gente, incluyendo profesionales, que sigue diciendo que Luana no existe y que la Mamá es una loca. No se puede forzar el deseo de las personas, no se puede obligar a nadie. La realidad te golpea la cara, esta nena existe y no sólo esta nena sino los 10 DNI de menores de edad, nenes y nenas trans, que existen después del de Luana, que a partir de nuestra lucha sólo tuvieron que hacer un trámite administrativo. Dejamos un precedente, no hay funcionario público que se anime a no otorgar este derecho porque se acuerdan del mal llamado caso Lulú.

¿Mal llamado caso Lulú?

G: Sí, nos enseñan que todo es clínico o patológico y nos olvidamos de las personas. Mi hija no es un caso, no es un caso de DNI, no tiene ninguna enfermedad. Hoy existe una ley que la ampara. Luana no existe por la Ley, Luana existía antes de la ley, como todas las Luanas, como todas las personas trans que lucharon para que esta Ley exista. Hoy se vulneran un montón de derechos básicos, que van desde la imposibilidad de poder pagar una garrafa para pasar el invierno o la cantidad de personas que se quedaron sin trabajo. Me preocupa. La sociedad tiene que cambiar, trans-formarse (risas). Hay que empezar a de-construir la idea vaga que tenemos en torno al género.

(…)Nos enseñan que todo es clínico o patológico y nos olvidamos de las personas. Mi hija no es un caso, no es un caso de DNI, no tiene ninguna enfermedad. Hoy existe una ley que la ampara.

Nos despedimos de Gabriela con la sensación de que hay mucho camino por recorrer. Esta idea de de-construir la noción de género es fundamental.

En nuestro país, en el conurbano profundo y en el interior de nuestras provincias existen un montón de historias como la de Luana que no se visibilizan, y es un deber de todos y todas resguardar la dignidad de las personas. Es necesario que el Estado se ubique como garante de todos los derechos humanos.

Esta lucha es un ejemplo que nos interpela a todos como sociedad. Es pensar, como dice Luana, que los juguetes son de todos, que los colores son para todos. Gabriela es una madre loca, loca de amor y llena de lucha. Loca, como nuestras madres de plaza de mayo que también luchan por la dignidad de sus hijos, por una sociedad que respete el derecho a la identidad.

Nota: Sebastián Colman
Fotos: Ezequiel Glikman