24 de Marzo 2017 destacado

Estallar al silencio para vencerlo entero

Desde la Plaza no se ve más que un mar de cabezas. Carteles me rodean: «Acá se respira lucha», «Mi abuelo vive en mi»; las banderas de diferentes agrupaciones, sindicatos, organizaciones sociales flamean con el poco viento que acompaña una tarde demasiado calurosa para lo que al menos yo esperaba. La cantidad de personas contribuye a eso. Porque hay millares. No se pueden contar. «¡Al fin! ¡Sean bienvenidos todos al show de la linda fe sonriente! Nos merecemos bellos milagros y ocurrirán», dice una letra del Indio que en este momento empiezo a tararear. Vienen de todos lados y no parece que se frene. Es una ola de gente de todas las edades, de todas las historias que se dirigen hacia un mismo punto, que escuchan atentamente, chiflan y aplauden según quién o qué se nombre en la solicitada leída por los referentes de diversas organizaciones de derechos humanos.

Taty Almeida cierra y está prohibido no conmoverse. Un amigo al lado mío me hace el favor de sostenerme el micrófono al menos por unos segundos para que me pueda sumar al aplauso generalizado, regado por lágrimas de emoción contenidas cuando todo ese tsunami de gente se estrella frente al escenario al grito de «treinta mil compañeros desaparecidos: ¡Presentes! ¡Ahora y siempre!».

Dos horas antes empiezo a moverme por Avenida de Mayo y 9 de julio. Mientras ensordece el sonido de tambores, bombos y redoblantes pienso en cómo se intenta instalar desde hace más de un año la idea de las cifras. Cómo intentan vaciar un reclamo, una lucha. No hay que meterse en esa discusión. Es la discusión de la derecha. Lo que sí creo es que es un momento en que debemos, todos los que estamos acá, fortalecer el ejercicio de Memoria, así con mayúscula. Y qué mejor que una fecha como esta para interpelarnos entre todos.

«La memoria es vital para la construcción de la identidad de un pueblo. Por eso estamos acá. Para repudiar lo que fue el terrorismo de Estado pero también para homenajear a los treinta mil desaparecidos y a seguir luchando por el proyecto de país que ellos tenían y que es el mismo que tenemos nosotros», me dice Pedro Rosemblat (también conocido como el cadete de Navarro), luego de sacarse fotos y saludar a gente que lo reconoce. Intento avanzar hacia Plaza de Mayo, pensando en esto que me decía Pedro: son treinta mil. Fue terrorismo de Estado. No hay discusión alrededor de eso.

La imagen de Rodolfo Walsh es una de la que más se repite a lo largo y a lo ancho de cada uno de las calles. Hace exactamente cuarenta años, un comando de la ESMA lo masacra a tiros en la zona de Constitución luego de haber hecho pública la carta abierta a la Junta Militar donde ponía de manifiesto las atrocidades no sólo sociales sino también económicas que el gobierno de facto había llevado adelante en un año. La vigencia de sus palabras frente un contexto de avanzada neoliberal que azota a Latinoamérica y a nuestro país en particular es extraordinaria: «El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el ‘festín de los corruptos'».

El economista Andrés Asiain ve una evolución que el orden conservador acceda al gobierno mediante vías democráticas y no ya con las botas. Sin embargo, eso nos plantea una fuerte autocritica acerca de que «la sociedad vote a partidos políticos que tienen proyectos económicos para las minorías». Algo similar opina Patricia, quien considera imperioso que no se vuelva a repetir lo que sucedió, siendo que «el proyecto económico de la dictadura es similar a el proyecto económico actual y a lo que sucedió en los noventa. Hay proyectos que son de inclusión y hay proyectos que son de exclusión. Este es un plan económico que excluye, y eso no lo vamos a permitir. Vamos a estar en la calle».

Mientras avanzo por la columna de la Tupac Amaru y la del Comité por la Liberación de Milagro Sala me cruzo con dos señoras que observan la juventud que se mueve. Ellas están quietas, como expectantes. No les sorprende la cantidad de gente: ellas marcharon no sólo en los anteriores aniversarios del Golpe, sino que además estuvieron en cuanta marcha hubo contra el gobierno de Mauricio Macri, «cómplice civil de la dictadura militar», según Alicia. Liliana dice: «la importancia de la memoria está dada en los jóvenes. Porque si no recuerdan y nadie les cuenta y creen en todas las mentiras de la derecha y los grupos económicos, quienes destrozaron al país, entonces no pueden tener futuro».

El humo de las parrillas se mezcla con el de alguna bengala dispersa. Las columnas de los sindicatos se hacen ver. Escondida detrás de su padre investigador-docente de la UBA y la UNGS, Agustina, dejando de lado una timidez propia de los once años, habla con una claridad envidiable: «Muchas abuelas están buscando a sus nietos porque en la dictadura mucha gente perdió a sus seres queridos; hubo muchas desaparecidos, muertes y torturas. Por eso es importante estar acá. Para recordarlos y para tratar de encontrar los cuatrocientos nietos que faltan». Tan sencillo y tan grande como eso.

Gabriel porta una chalina y hace ondear una bandera de Palestina. Sucede que es militante de Jóvenes por Palestina y está marchando porque encuentra muchos puntos en común entre ambos procesos. «Estamos acá para unir la causa del pueblo argentino con la causa del pueblo palestino. Palestina se sostiene gracias a su memoria, al legado de su identidad. Al igual que el pueblo argentino». Lo saludo y no me animo a manguearle una bandera. Sigo porque ya casi estoy entrando a la Plaza. Pasando la calle Perú me pasa por al lado, con la mirada ida, como buscando a alguien, Daniel Catalano, Secretario General de ATE Capital. Lo freno, lo saludo y le pregunto qué importancia tiene estar acá: «Por memoria, verdad y justicia. Para enfrentar el modelo económico. Por la libertad de Milagro Sala. Por la familia de Robi Baradel. Por el ataque que sufre Cristina y sus hijos. Me parece que hay un gobierno que usa a la policía como disciplinador, que usa la justicia como brazo ejecutor de sus políticas contra la clase trabajadora. Es fundamental no sólo la memoria histórica sino también la memoria corta. Porque hace un año y medio atrás teníamos otra Argentina. Hay que construir teniendo presente que hasta hace muy poquito teníamos otra realidad».

Ya adentro de la Plaza, Silvina, con un cartel de su tía desaparecida me dice que está acá porque la sigue buscando. A ella y a los treinta mil. «Sin memoria es imposible construir un futuro. Acá no importa la cifra. Acá hubo un genocidio donde el Estado salió a matar ciudadanos bajo un plan sistemático», me dice mientras se deja entrever en las pantallas a las Madres y Abuelas sentadas en la primera fila del escenario.

No me canso de ser parte de esto. No me canso de que me emocionen año tras año, día tras día. Soy parte de una lucha que siento que no me pertenece pero que a fuerza de legado, como dice Gabriel, hizo mella en mí. Soy, como dice Yamandú Cardozo: «todos los pasos valientes de mis abuelas, su latir furioso que dio vueltas la tierra, partió los muros, y estalló al silencio hasta vencerlo entero».

Crónica: Francisco Manterola
Fotos: Clara Manterola, Ezequiel Glikman, Juan Príncipi, Julia Capriglione, Pedro Príncipi.