Juegos de Poder

Lo que dejaron los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en términos sociales y políticos. La mirada desde el lugar, por el historiador brasilero Artur Barcelos.

Terminaron las Olimpíadas. ¿Terminaron?

Las luces ya se apagan. Se terminó el espectáculo. Fueron diecisiete días de Juegos Olímpicos en Brasil. Sería una final de Olimpíada como fueron tantas otras. Sería, si no fuera por el hecho de que ocurre en un país que atraviesa una crisis política cuyo desenlace será la consolidación de un Golpe de Estado. Una situación inimaginable en aquel 2 de octubre de 2009, cuando un jubiloso Lula lloraba de emoción al ser testigo de la victoria de Río de Janeiro para que fuera la ciudad sede de los Juegos Olímpicos de 2016. Estaba en Copenhague y le hacían compañía “O Rei” Pelé y el tenista Gustavo Kuerten. En Copacabana, unas treinta mil personas acompañaban en vivo la ceremonia. Lula estaba en lo más alto de su popularidad. En enero de aquel año, había recibido la aprobación de 85% de los brasileros en una encuesta del CNT/Sensus. En septiembre, a pocos días del anuncio de las Olimpiadas en Brasil, Lula mantenía 81% de aprobación, según la CNI (Confederación Nacional de la Industria). Y al terminar su mandato en 2010 seguía sobre los 83% en los números del instituto Datafolha, uno de los más tradicionales en encuestas.

Todo seguía un guión casi increíble de crecimiento de la economía y de avances en las políticas de distribución de renta y programas sociales. Aunque Lula ha tenido que enfrentar el “Mensalão” en 2005 y 2006, su prestigio personal seguía intocable. Y cuando Dilma Rousseff fue electa para sucederlo, este prestigio reveló una máquina de hacer votos. Así que, en las elecciones del 2014 Lula fue otra vez uno de  sus principales “cabos electorales”. La victoria de Dilma significaba entonces que Lula tendría un lugar destacado en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos que tendrían lugar en el 5 de agosto de 2016. De aquel 2 de octubre en Copenhague al 5 de agosto en el Maracaná transcurrieron exactos dos mil cuatrocientos noventa y nueve días. Y, como casi todo el mundo ha podido ver, ni Lula ni Dilma estaban en el Maracaná. Allí se encontraba otro “presidente”. El golpista Michel Temer, en funciones presidenciales mientras el Senado de la República seguía discutiendo la interrupción definitiva del mandato de Dilma Rousseff.

Desde que empezaron los Juegos Olímpicos parece como si hubiera dos competiciones a la vez. Una dentro de las canchas y piscinas y otra en los medios. En una, los atletas defendiendo sus países y banderas. En otra, la guerra de informaciones entre golpistas y los defensores de las reglas democráticas. Y, como no podía ser de otra manera, una competición interfiere en la otra. Sólo como ejemplo, la primera medalla de oro de Brasil fue en el día 8 de agosto, con la luchadora Rafaela Silva. Una conmoción generalizada en la nación. Al día siguiente, como si no hubiera más de ocho mil  periodistas autorizados a cubrir los juegos, entre ellos muchos extranjeros, los Senadores realizaron la sesión que aprobó el dictamen favorable al juzgado de Dilma. O sea, tan seguros están de que la gente se tragó la supuesta legalidad de sus actos que no se intimidaron de hacerlo a las claras, para que el todo el mundo lo vea.

En la pelea interna a los Juegos, Brasil termina en decimo tercer lugar. El 13 es el número del Partido de los Trabajadores, PT. Una coincidencia feliz para algunos. Para el pueblo, eso no es importante. No tenemos tradición en Olimpíadas. Pero, de todas maneras, la gente estuvo todo el tiempo pendiente de las medallas. Terminamos con diecinueve (siete oros, seis platas y seis bronces). Hay tres elementos que se destacan en estas conquistas y que demuestran la total invasión de la política en los Juegos. Primero, la polémica de las medallas de los atletas “militares”. En el momento que Refaela Silva ganó el oro en el judo, ya de inmediato se supo que ella era Sargento de la Marina. Luego vinieron las medallas de Arthur Nory y Thiago Braz Silva, también militares. ¿Y qué pasó? Algunos enaltecieron las Fuerzas Armadas, mientras otros trataban de hacer recordar que estos atletas eran becarios de programas de incentivo creados en el gobierno de Lula. Segundo, el hecho de que Rafaela y Diego Hypólito (medalla de plata en gimnasia artística) son homosexuales asumidos. Hubo los que trataron de hacer los chistes machistas de siempre, mientras otros destacaban que estos atletas (y otros) son la cara de este nuevo Brasil que vio a los colectivos LGBTs conquistar más y más espacios públicos y derechos en los años Lula y Dilma. Tercero, el abucheo del público brasileño a los atletas que, por alguna razón, no les gustaba. De hecho, el ulular se convirtió en una característica de las competiciones en esta Olimpiada. Y parece ser consecuencia de la ola de odio y violencia que tuvo inicio en las elecciones de 2014.

Y, por detrás de las cámaras que transmitieron los Juegos, había otro juego. Este, mucho más importante, aunque los noticieros le reservaron espacios apretados entre una medalla y otra. Mientras ocurrían los juegos, tuvimos la denuncia de Marcelo Odebrecht, uno de los máximos ejecutivos de la Compañía Odebrecht, que manejó propinas en los contratos de Petrobrás. Marcelo dijo a la Policía Federal que Michel Temer les solicitó 10 millones de reales para campañas del PMDB y que entregaron 23 millones a José Serra, actual Ministro de Relaciones Exteriores, por la ocasión de su campaña a la Presidencia en el 2010; el Diputado Marcos Feliciano, Pastor evangélico, uno de los más conservadores del Congreso y favorable al golpe, fue acusado por una periodista de 22 años de tentativa de violación; el Senador Magno Malta, importante figura de defensa del gobierno golpista en la Comisión del Impeachment fue acusado de recibir 100 mil reales de una compañía de muebles; el nuevo Presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, que apoya el golpe, logró hacer que la sesión que deberá decidir el futuro de Eduardo Cunha, ex-Presidente de la Cámara y personaje central del proceso de Impeachment, se realice sólo en septiembre; el Canciller uruguayo Rodolfo Nin Novoa declaró a los diputados orientales que José Serra (el de los 23 millones) le ofreció acuerdos comerciales ventajosos a cambio del apoyo de Uruguay a la tentativa de evitar que Venezuela asuma la Presidencia rotativa del Mercosur.

Hubo otros episodios. Pero estos son más que suficientes para demostrar que el Gobierno de Michel Temer y su base de apoyo son incapaces de ocultar sus trampas y de blindar algunas figuras de los escándalos de los cuales son protagonistas. En cambio, el Ministro del Supremo Tribunal Federal, Teori Zavascki, autorizó una investigación de Dilma, Lula y otros petistas de alto rango por supuesta tentativa de impedir las acciones del Operativo Lava Jato. Es una clara jugada para sobreponer los titulares de los periódicos sobre los hechos nombrados arriba.

El panorama que se verificó dentro y fuera de los Juegos Olímpicos fue de una disputa por la formación de opinión pública. Las Olimpíadas, que serían la gran vitrina de las conquistas de Lula y Dilma y un espectáculo para la prensa internacional, se convirtieron en campo de batalla simbólica para los defensores de la democracia y del retorno de Dilma, mientras que, para los golpistas fueron una cortina de humo para sus planes y acciones hábilmente manejadas por la prensa que apoyó y participó del golpe. De estos dos juegos, uno ya no tiene más que ofrecer. Los Juegos Olímpicos terminaron en este domingo, con fuegos y fiesta.  El otro juego, por el Palacio del Planalto, aún tendrá momentos dramáticos. Dilma Rousseff ha tirado su última jugada al lanzar una Carta a los Senadores el pasado martes 16. Es una tentativa de revertir el marcador de 59 a 21 votos que hoy por hoy define el final de su gobierno. En otro front, el que ataca Lula por todos los lados posibles, la Policía Federal encerró las investigaciones sobre el famoso apartamento Triplex en Guarujá, concluyendo que no pertenece, ni nunca perteneció, al ex-Presidente.

En la ceremonia de cierre de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro el Interino Michel Temer  no estuvo presente. Juega con cautela. Cuatro días después empezará el juzgado de Dilma en el Senado de la República. Las luces ya no podrán estar mirando sólo al Estadio del Maracaná. A ver cómo se mueven las piezas en esta última y definitiva etapa del juego sucio que enfrenta Brasil en este agosto que parece nunca tener fin.

 

Artur Barcelos