El 29 de abril aconteció un hecho cargado de significaciones dispersas. No podemos resumirlo en una imagen homogénea, prístina, del “movimiento obrero”. ¿Será que nuestras trayectorias políticas y sus imaginarios, mezclados con una atmósfera teñida de paisajes conocidos y de incertidumbres, constituyen el único índice de comprensión? Es bueno explicitarlo, porque para los que estuvimos allí, escribir, pensar lo que está sucediendo, es algo más que un pulcro análisis que opera en exterioridad. Se nos juega otra cosa: el deseo de encontrar una salida, un sentido de eficacia, en este clima de derrota.
¿Cómo leer el sentido de una de las primeras movilizaciones masivas de oposición a las políticas macristas cuyo cierre estuvo a cargo de Hugo Antonio Moyano, cuando la CGT que él lidera, junto a las dos CGTs restantes tuvieron notorias señales de prestarse al consenso macrista? ¿Dónde se puso más en juego el legado del kirchnerismo? ¿En Comodoro Py o en Paseo Colón?
Luego de diversos signos de la CGT que lidera Hugo Moyano de tributar al consenso PRO (desde su aparición en el acto de inauguración del primer busto de Perón en Ciudad de Buenos Aires en plena campaña, hasta las buenas negociaciones en el reparto del fondo para las obras sociales) la decisión de concretar un acto por el 1 de mayo en conjunto con la CTA resultó sorpresivo. La ley antidespidos, quizás, fue la piedra de toque. Lo que se condensa en ella constituye la llave que nos posibilita pensar estos corrimientos.
CONFLICTIVIDAD, EXPERIENCIAS ORGANIZATIVAS Y DISPUTA.
En primer lugar, el acto del 29 no se explica si no es por la olla a presión que resulta del aumento de la conflictividad sindical en este primer trimestre del año. En consecuencia, podemos llegar a sostener que a muchos dirigentes de las CGTs se les ha reducido el margen de maniobra en el juego de guiños de la real politik. Sobre todo a aquellos en los que todavía su reproducción política conserva alguna ligazón con la realidad de sus afiliados; no es el caso de Luis Barrionuevo, cuyo capital político se cotiza mucho más en tanto figura mediática anti kirchnerista que como representante de su estructura de origen.
Según el Observatorio del Derecho Social de la CTA, se ha registrado un alza en la intensificación de los conflictos laborales en el sector público y privado. Teniendo como principales razones a la enorme cantidad de despidos (se estima un número que llega a 150.000) y a los groseros ajustes salariales. En la base del observatorio citado se registran en el primer trimestre de este año 233 conflictos: el 67% de los mismos corresponde al sector público, el 27 % al sector privado, y el 1,3 motorizado por trabajadores informales. Al parecer, en términos cuantitativos no representa un incremento significativo con respecto al último trimestre de 2015, pero sí en términos cualitativos: la intensificación de los conflictos y medidas de lucha. Éstas registran un pico que no tiene punto de comparación con ningún año atrás, salvo que nos remontemos a tiempos pre-kirchneristas. Los paros y la prolongación de los mismos, en el sector privado, tanto por empresa como por actividad, se incrementaron un 40% en relación al 2015. Y en el sector público además de la implementación de paros, las medidas se conjugaron con cortes de calles y acciones en la vía pública, involucrando un actor que hace mucho no se movilizaba en conjunto: las universidades públicas, con sus docentes y estudiantes.
En suma, la intensificación del conflicto junto con la aprobación de la media sanción en el senado de la ley anti despidos (por casi toda la oposición, incluidos sectores peronistas no kirchneristas) dejaron en offside a una dirigencia sindical que hubiese preferido extender en cómodas cuotas de prudencia la relación con el gobierno PRO, antes de realizar una acción de esta envergadura. Y esa tensión se vió reflejada en los discursos de Moyano y Caló: “No es un acto en contra de un gobierno, es un acto en defensa propia”, repitieron en más de una oportunidad. Por parte de la CTA no hay mucho para decir salvo que se cumplió la regla de hierro del sindicalismo: a menor base de representados, discursos más radicalizados (y menos tiempo en el micrófono); a mayor cantidad de afiliados, discursos más moderados (y extensos). A su vez, la posibilidad de concretar la “unidad en acción” refleja el instinto de supervivencia básico ante la embestida macrista, y remueve la imagen añorada por el tiempo pasado, en donde las esquirlas de viejas alianzas sociales post 2001, aquellas que lo hicieron ser al “kirchnerismo”, se rejuntan a duras penas, generando un hecho inédito que coloca al macrismo ante una disyuntiva: si veta la ley anti despidos entonces, o pierde credibilidad en su jugada con el mundo financiero y empresarial, o abre un horizonte de conflicto con los sindicatos que no sabemos dónde termina.
Es comprensible que la plana mayor de la dirigencia sindical, tanto de la CGT como de la CTA, no quiera cruzar el límite y ponerse de punta contra un gobierno que acaba de asumir, lo que no resulta comprensible aún, es el norte de la política del PRO. La Blitzkrieg1 macrista está siendo tan salvajemente anti popular que sorprende a propios y a extraños, y pone en jaque a nuestras viejas certidumbres sobre su fuente de legitimidad “¿Cómo van a hacer estos tipos para seguir gobernando cuatro años? ¿Cómo piensan ganar en el 2017?”. Frases como estas, empiezan a escucharse.
HERENCIAS, BALANCES Y GOBERNANZA LIBIDINAL PRO
Quisiera sostener lo siguiente: el legado kirchnerista se puso en juego con mayor espesura en Paseo Colón que en Comodoro Py. Si tomamos al “kirchnerismo” como algo más que su pertenencia identitaria, y lo comprendemos en su dimensión histórica; es decir, como una estructura de época, como aquella argamasa política en las que sedimentaron un conjunto de fuerzas y tensiones post-crisis de 2001, el acto del 29 habla mucho más de él que de lo que pasó en el regreso de Cristina a la arena pública. El acto de Cristina frente a Comodoro Py tramita significaciones más livianas. Operó como válvula de fuga de sentimientos comprimidos para todos aquellos que participamos activamente en ese proceso, como un modo de salir de la casa, dejar de postear, encontrarse y ver qué pasa en la calle. Sacudirse la angustia ante tanta miseria humana macrista y escuchar a una dirigente que va a tener un lugar expectante en el tablero de la oposición. Fue un ejercicio de autoestima. No mucho más. En otras palabras: aglutinó a “los propios” pero dejó intacto el binomio que trata de instalar el macrismo. El kirchnerismo como el Otro absoluto.
En Paseo Colón, a mi entender pasó otra cosa. En primer lugar, porque dentro de la heterogeneidad movilizada, movilizó a votantes macristas defraudados y aquí hay un pliegue del legado kirchnerista que es necesario pensar. ¿Hasta qué punto las representaciones “frescas” del “cambio” macrista no arraigan en una fibra íntima de una subjetividad de época, producida por la frágil década ganada?¿En qué medida las condiciones de posibilidad de la hegemonía PRO se gestaron, como caldo de cultivo, en la economía de las vidas que alimentó “la inclusión social” vía consumo? Una determinada configuración pulsional-simbólica del cuerpo popular, subestimada, tomada a la ligera, por un economicismo nac and pop, ramplón y triunfalista (“El pueblo no se equivoca, tiene memoria”; “La gente vota con el bolsillo”) hoy es el núcleo de producción de la legitimidad macrista. Una configuración pulsional fundada en un deseo de orden, consumo y tranquilidad, que posibilita una gobernanza novedosa, que conecta enfriamiento de cuerpos (indolencia ante el padecer del otro) y a su vez calentura (ardor por gastar y gastar) con tecnologías comunicacionales y protocolos que administran estados de ánimo, narcisismos a escala de masas: “me rompo el … todo el día laburando, para que no me rompan…” hace sistema con “en todo estás vos”. Un tecnocapitalismo gubernamental, que refuncionaliza a las estructuras tradicionales y las obliga a jugar un partido más complejo. Las estructuras tradicionales populares, en general ya no “movilizan” estrictamente, trasladan cuerpos para la puesta en escena de “la movilización”. El neoliberalismo sí que lo hace, y cómo. La derrota electoral en Pcia de Buenos Aires, fue un buen ejemplo de ello.
No obstante, si bien la estructura libidinal2 PRO aún es hegemónica la misma está cada vez más puesta en tensión a partir de sus mismos términos, es decir: por la memoria del consumo perdido. Esa tensión quedó expuesta en Paseo Colón. Pero, vale tener presente, que mientras sea en sus mismos términos actos como los del 29, y como otros que se produzcan, tendrán en el fondo un carácter netamente defensivo. Dicho con otras palabras, revertir el actual equilibrio de fuerzas (gestado en un proceso de mucho más tiempo, en la guerra sorda de los modos de vida) conlleva un trabajo paciente, un plus de esfuerzo creativo, que no se reduce a evocar una memoria por el consumo añorado como fórmula de triunfo electoral. Al menos si la ecuación expansión del | consumo = voto peronista |, fue refutada (por derecha), deberíamos ser más cautos a la hora de emplearla como única brújula en la resistencia al macrismo.
[1]“Guerra Relampago”. Táctica militar Nazi, implementada en la segunda guerra mundial.
[2] Libido: la nocion de libido q empleamos en este escrito refiere al concepto psicoanalítico elaborado por Sigmund Freud y se vincula con la energía pulsional del cuerpo y el afecto cuya meta original sería siempre sexual.
Opinión: Ignacio Veliz
Fotografía: Pedro Príncipi